lunes, 9 de julio de 2012
Hoy, hace un año ya.
Me encontré con él, cara a cara, en el lobby de un hotel en Quetzaltenango, ciudad de un país de cuyo nombre hoy no puedo, o no quiero acordarme. Siempre he tenido reserva en transgredir la privacidad ajena, más si de un famoso se trata. Dude antes de acercarme.
-Saludos Maestro. Le dije tímidamente extendiendo mi mano.
Con sus lentes, grandes redondos y oscuros, me miro unos segundos. Lentamente, sin prisa, extendió la suya y me dijo casi en un susurro.
-Saludos. ¿Cómo te llamas?
- Miguel, es un honor saludarle.
-Yo me llamo Facundo y el honor es mío.
-Maestro siempre que acudo a un concierto suyo, salgo agradecido.
- Yo también. Por tu presencia.
-Maestro gracias por su arte.
-Gracias a ti por considerar lo que hago arte. Y recuerda: “maestro es quien te puso delante de mí y a mí delante de ti”
Así conocí a Facundo Cabral.
El sábado 9 de Julio del 2011, a las 5:20 de la mañana, la mitad del mundo aun dormía, la maldad no. Una ráfaga de AK-47 (otra vez el AK-47) dirigida a un empresario que lo conducía al aeropuerto, acabo con la vida de uno de los seres humanos más extraordinarios que he conocido. Vi su cuerpo sin vida sobre el frío piso de cemento de una estación de bomberos. A unos pasos, tirado como él, su maletín de cuero y su inseparable bastón. Sus botas tejanas, su camisa y pantalón de jeans marca Levi’s y su chaqueta de cuero beige manchadas de sangre.
Esas balas no mataron a un solo hombre, mataron a Borges, la Madre Teresa, Arthur Rubinstein, Octavio Paz, Dalí, Whitman a Lorca y tantos otros. Nos mataron un poco a todos. Hirieron gravemente al mundo y la civilización. Un hombre enamorado de la vida y el futuro. Cantor de esperanzas, paz e ilusiones. Ametrallado vilmente en un acto de desmesurada violencia.
Facundo Cabral jamás simpatizo con dictaduras. Ni de derecha, ni de izquierda. Le parecían abominables. He tratado de controlar la pena. He dejado reposar la ira una semana. Solo así, puedo hoy escribir este pequeño tributo, a un hombre que hace ya muchos años, en Quetzaltenango, ciudad de un país de cuyo nombre hoy no puedo o no quiero acordarme, al preguntarle. - ¿Hacia dónde va Maestro? Percatándose de mi nacionalidad, me contesto con una diáfana sonrisa. - “Yo vengo de todas partes y hacia todas partes voy”
Descanse en paz Facundo Cabral.
Comentario tomado de http://segundacita.blogspot.com/2012/07/la-carta-al-acusado-o-juez-y-parte.html#comment-form
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