lunes, 9 de julio de 2012


Hoy, hace un año ya.


Me encontré con él, cara a cara, en el lobby de un hotel en Quetzaltenango, ciudad de un país de cuyo nombre hoy no puedo, o no quiero acordarme. Siempre he tenido reserva en transgredir la privacidad ajena, más si de un famoso se trata. Dude antes de acercarme. 
-Saludos Maestro. Le dije tímidamente extendiendo mi mano.
Con sus lentes, grandes redondos y oscuros, me miro unos segundos. Lentamente, sin prisa, extendió la suya y me dijo casi en un susurro. 
-Saludos. ¿Cómo te llamas?
- Miguel, es un honor saludarle.
-Yo me llamo Facundo y el honor es mío.
-Maestro siempre que acudo a un concierto suyo, salgo agradecido.
- Yo también. Por tu presencia.
-Maestro gracias por su arte.
-Gracias a ti por considerar lo que hago arte. Y recuerda: “maestro es quien te puso delante de mí y a mí delante de ti”
Así conocí a Facundo Cabral.
El sábado 9 de Julio del 2011, a las 5:20 de la mañana, la mitad del mundo aun dormía, la maldad no. Una ráfaga de AK-47 (otra vez el AK-47) dirigida a un empresario que lo conducía al aeropuerto, acabo con la vida de uno de los seres humanos más extraordinarios que he conocido. Vi su cuerpo sin vida sobre el frío piso de cemento de una estación de bomberos. A unos pasos, tirado como él, su maletín de cuero y su inseparable bastón. Sus botas tejanas, su camisa y pantalón de jeans marca Levi’s y su chaqueta de cuero beige manchadas de sangre. 
Esas balas no mataron a un solo hombre, mataron a Borges, la Madre Teresa, Arthur Rubinstein, Octavio Paz, Dalí, Whitman a Lorca y tantos otros. Nos mataron un poco a todos. Hirieron gravemente al mundo y la civilización. Un hombre enamorado de la vida y el futuro. Cantor de esperanzas, paz e ilusiones. Ametrallado vilmente en un acto de desmesurada violencia. 
Facundo Cabral jamás simpatizo con dictaduras. Ni de derecha, ni de izquierda. Le parecían abominables. He tratado de controlar la pena. He dejado reposar la ira una semana. Solo así, puedo hoy escribir este pequeño tributo, a un hombre que hace ya muchos años, en Quetzaltenango, ciudad de un país de cuyo nombre hoy no puedo o no quiero acordarme, al preguntarle. - ¿Hacia dónde va Maestro? Percatándose de mi nacionalidad, me contesto con una diáfana sonrisa. - “Yo vengo de todas partes y hacia todas partes voy”
Descanse en paz Facundo Cabral.


Comentario tomado de http://segundacita.blogspot.com/2012/07/la-carta-al-acusado-o-juez-y-parte.html#comment-form

jueves, 24 de mayo de 2012


















EL SINSONTE ES ESE SUEÑO QUE ALGÚN DÍA TUVE, DE PODER CANTAR LA MÚSICA DE NUESTROS ANTEPASADOS, Y DE NUESTRAS RAICES, PARA UN GRUPO DE GENTE ÁVIDO DE PALABRAS LIMPIAS, TRANSPARENTES, SIN ESPERAR NADA A CAMBIO MAS QUE OIDOS DISPUESTOS Y APLAUSOS FEBRILES, (ESTO LO DICE UNA PARTE DE MI QUE SE DELEITA DESDE EL ESCENARIO, DESDE ESA MORADA GLORIOSA Y PASAJERA, ESQUIVA Y SUBLIME). ES POSIBLE QUE ESA NECEDAD DE LA QUE HABLA SILVIO, SEA LA ESTRELLA QUE GUIA A LOS HOMBRES A ENTREGAR LA VIDA, A ENTREGARSE TODOS PORQUE SI, Y NADA MAS. AHORA ME PREGUNTO SI SERÍA ESA MISMA ESTRELLA LA QUE MOTIVÓ DE HABER EXISTIDO A NOÉ, A MOISES, A DAVID, A JESÚS, A BOLIVAR, A MARTÍ, A SANDINO, AL CHÉ. SI ASÍ FUERE, SERÁ UN ORGULLO HABER NACIDO BAJO EL MISMO MANTO, Y SI NÓ, ME DECLARO OTRO HIJO DE LA REBELDÍA, COMO CANTARA VICTOR JARA DE ERNESTO.
ATT: JAZ

domingo, 20 de mayo de 2012

PAGAR LA DEUDA CON LA TORRE DE LA CANCIÓN

de Darío Rodríguez, el Domingo, 20 de mayo de 2012 a la(s) 0:19 ·
PAGAR LA DEUDA CON LA TORRE DE LA CANCIÓN
“I'm just paying my rent every day Oh in the Tower of Song “.
Leonard Cohen
Para Jorge Raúl Pedraza.

Ahora mi hijo oye canciones. Nada preocupante, en realidad. Yo llevaba inquieto un buen número de meses preguntándome por qué esas aves tan singulares aún no lo apresaban, si las condiciones para esta captura o cerco se reunían alrededor de Esteban casi por completo. Nunca cerré la gaveta de los discos bajo llave. Mi mujer suele oír, disciplinada, con una enajenación envidiable, las mismas siete u ocho grabaciones de la juventud. Quise que el niño entrara en una academia de música de modo que diera cumplimiento al viejo sueño de su padre: ser músico, o cuando menos saber interpretar un instrumento. Ahora cuento esto entre cierta serenidad que sólo parece solemne porque podría leerse en voz alta. O cantarse. Mi hijo empieza ser dominado, gobernado por las canciones.
Hace dos días llegué de la oficina a las siete y media. Un milagro. En especial durante estos meses típicos, repletos de esos encargos unívocos, policiales, producir resultados, alcanzar metas que me darán el dinero destinado a la educación musical de Esteban. Antes de que llegue a los dieciséis y se embarque en asuntos serios, como estudiar medicina o ingeniería civil.
Dije “un milagro”: mi esposa, adormilada y sorprendida, observaba a Esteban en frente del computador oyendo un manojo de canciones grabadas por los Doors. Quizás alguno de los compañeros en la academia o su madre le presentaron a aquel cuarteto californiano en el cual cantaba Jim Morrison. Los perplejos trece años de Esteban junto a los treinta y cinco de mi mujer, ambos en ropas de dormir, seducidos por un tema que se titula Alabama Song.
Miré a mi mujer, ella sonrió y puso su dedo índice sobre los labios para que no interrumpiéramos al niño mientras tarareaba la melodía y golpeaba la mesa donde alojamos el teclado del computador.
Alabama Song. La Canción de Alabama. Me hubiera gustado referirle a Esteban los diversos pigmentos, motivos y fantasmas que esa canción convoca. Cómo los compositores de su música y letra, alemanes, no conocían Estados Unidos a finales de los años Veinte, hace ochenta años; uno, Kurt Weill, músico de academia, el otro, Bertolt Brecht, poeta, escritor y dramaturgo. Cómo esa canción fue concebida para una opereta protagonizada por bandidos y prostitutas, y sus estrofas escritas en un inglés rudimentario.
Me hubiera gustado relatarle por qué llegó esa canción resguardada en formatos de vinilo a los Estados Unidos, una década después. A ciertos señores provistos de fusiles, tanques de guerra y deseos de matar les incomodan las canciones que develan lo real, lo imprudente. Las compañías teatrales, los artistas disidentes y demás personas molestas para el fascismo se vieron obligadas al exilio. Alabama Song fue bien recibida por los músicos norteamericanos más diáfanos e insobornables, los negros. Existen versiones jazz de operetas alemanas; Esteban oirá, cuando la vida lo haya golpeado con suficiencia, a Ella Fitzgerald cantando Mack The Knife, ese homenaje al anarquismo también compuesto por Brecht y Weill.
Hubiera sido agradable contarle cómo Ray Manzarek, un niño menor de diez años que después sería el tecladista y jefe musical de los Doors, oyó Alabama Song en el viejo tocadiscos de su casa porque esa tonada pertenecía a la música predilecta de sus padres, allá por los años Cincuenta. Y rememorar el impreciso momento en el cual la novia de un Manzarek joven y metódico lo convence para que le haga un arreglo a la vieja canción. Ese arreglo, esa instrumentación que salió a la luz a finales de los Sesenta fue oída por mi hijo hace dos días.
Callé. No sólo seguro de que Esteban conocerá la historia de Alabama Song en el porvenir. Quizás hasta la toque y la cante en su debido momento de modo que el viaje y el vuelo de la canción se prolonguen, entremezclándose con las épocas, las costumbres y los dolores. Las canciones son aves que un día cualquiera nacen en Alemania y continúan su trashumancia por el Nuevo Mundo, al punto de pasar frente al pequeño sitio donde puse un computador en el cual mi hijo cotejó su batir de alas, hoy rock and roll, ayer swing, en principio tal vez un duro rag – time que narra la espontánea búsqueda de whisky y más whisky, en procura de la medicinal borrachera, por parte de un selecto grupo de putas.
Cuántas anécdotas, sucesos y equívocos llevan sobre las alas esos pájaros indómitos a los cuales denominamos por prudencia “canciones”. Crónicas de países con asesinos a quienes les endilgan sobrenombres simpáticos, “señor presidente”, “su señoría”. Y registro de vidas privadas, tragedias de vidas modestas. Por ejemplo: mi mujer supo que estaba enamorada de mí cuando le confesé mi gusto por los Doors.
Se vuela a la par con las canciones. Pero ellas van mucho más lejos que nosotros.
Omití palabras para mi hijo, que hace dos días empezó sus primeros recorridos, sus primeros vuelos. Lo hice seguro, además, de la importancia del silencio en ese impulso aéreo, evanescente, que lo mismo empuja a los solitarios hacia el canto inconexo dentro de habitaciones, que a multitudes ansiosas por corear, gritar y aplaudir delante de cantautores y músicos.
Mi silencio, el silencio de mi esposa y de mi hijo. Nuestro silencio balsámico que produce también, a su manera, el sonido, los viajes, las canciones.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Yo no entiendo de Tratados

Yo quiero el maíz de Caldas y de Antioquia,
La papa criolla en las manos sucias del campesino boyacense,
El azúcar sacado de la caña cortada por un negro alto y bembón.
...
... Yo quiero las flores de la sabana, preservadas por el frío de las madrugadas antiplanenses.
Quiero el arroz cultivado bajo el ardiente sol del Tolima, en ese Espinal glorioso donde nació el Bunde.
Quiero el banano de Urabá,
El mangostino de Mariquita,
La yuca de Cajamarca,
Y la carne roja del Meta.

Quiero ver la cebolla fresca en la plaza de mercado,
que me la venda una señora con sombrero,
Que le vea en las manos la dureza de la limadura al tomar el azadón y arrancar la raíz,
Las arrugas del trabajo en la frente, la gota de sudor en la sien,
El acento vernáculo de la montaña,
del antepasado cantando un bambuco a la orilla del rio.

Quiero el sabor de las cordilleras,
de la costa caribe con sus tambores y sus gaitas,
Quiero el sabor negro del mapalé en mi pescado,
Quiero el calor de la ruana en mi ajiaco,
Quiero un jugo de guayaba bien verraco,
Un almuerzo bien grande
Y una siesta hasta las cuatro.

No quiero enlatados,
Ni etiquetas,
Ni preservantes, ni refrigerado.

Ni traducir el nombre de los alimentos,
Ni los códigos de barras,
Ni los supermercados.
No quiero aspirinas bayer
Yo quiero el caldo que mi madre me sirve cuando tengo guayabo.

Yo quiero mi mazamorra
Y mi bocadillo beleño,
Quiero el sabor de mis pueblos en la cuchara de palo,
Quiero el sabor de la paila
Y del horno gigante de barro,
Quiero mi aguapanela con queso
Y mi arepa amarilla o blanca,
Quiero mi lechona,
Mi tamal,
Mi hervido nariñense,
Mi avena de venadillo,
Mi almojabana del Guamo.

“No me den trago extranjero que es caro y no sabe bueno”
Yo quiero chicha,
Tapetuza,
Guaro,
Biche
Y guarapo.

Hoy yo me quiero sentir
Deliciosamente colombiano.

Y fumarme un PielRoja
Con un tinto bien oscuro
Sin pensar en ningún tratado.

Jean Paul Saumon

LAS 10 TÉCNICAS DE MANIPULACIÓN MEDIATICA DE NOAM CHOMSKY

El lingüista Noam Chomsky elaboró la lista de las “10 Estrategias de Manipulación” a través de los mediosclip_image002
  1. La estrategia de la distracción El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
  2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.
  3. La estrategia de la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.
  4. La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.
  5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”.
  6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…
  7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
  8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…
  9. Reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se auto desvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución!
  10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las élites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.
“Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información”.

martes, 8 de mayo de 2012

ODA A UN CANTAUTOR

Música para camaleones
Columna Juan Serrano
No todo está perdido, parece decir Pedro Guerra en cada una de sus canciones. Y aunque esa expresión no esté presente en ningún rincón de su cancionero, ese es el mensaje que retumba en cada una de sus tonadas. El cantante de origen canario con su talento desbordante ha logrado crear un repertorio con regusto a melancolía que sin embargo no deja nunca de ser alegre, colorista. En una canción triste como Mujer que no tendré o en el derroche de optimismo de la conocida Contamíname: da igual. Con su voz entusiasta, Pedro Guerra ha logrado que la alegría se asome por cualquier ventana.
Un cantautor, más que quien canta sus propias canciones, es un músico capaz de hacernos erizar la piel y sacudirnos la nostalgia sin más armas que su voz y una guitarra. Alguien que ha querido construir con su música un universo particular. Estoy pensando en Silvio, Serrat, Sabina. Pero de la generación que a ellos precede, Pedro Guerra me parece el más completo de todos, el más autobiográfico y poético. Es un músico y lector incansable; que ha querido que la música sirva en primer lugar para ser siempre leal a sí mismo. Porque la música de Pedro Guerra es así: puede estar cantando sobre su ateísmo converso luego de haber constatado las desigualdades del mundo ante la mirada miope de Dios (Dios); del sinsabor que le queda al ver las nuevas formas de habitar las ciudades alrededor del consumo después de una visita a un centro comercial de Bogotá (Si tu quisieras); sobre cómo su hija entra en el túnel de la adolescencia y quiere perder las ventajas que le daba la niñez (Lara); y en cualquier caso, quien lo escuche con atención, sabrá ver que está trazando mediante su tono, los acordes y letras; una forma de acercarse a las cosas y personas de este mundo. Se aprende con el tiempo a reconocer al cantautor canario en sus propias canciones, a la vez que se descubre lo que hay de él en uno mismo. Esa es al fin y al cabo la belleza de la música (el más grandioso lugar común): que permite descubrir lo que hay de todo el mundo en el propio corazón.
Me parece también el más cercano a la poesía de los cantautores españoles posteriores a la generación de Sabina y compañía (escuchen, por ejemplo, Cerca del amor). Además, Guerra tiene el talento para encontrar la musicalización apropiada de un poema y de esta forma llevarlo a un estadio de la belleza superior. Lo hizo en 2003 cuando se embarcó en la aventura de La palabra en el aire junto al poeta Ángel González donde musicalizó una serie de poemas del ya fallecido poeta asturiano. Lo había hecho antes con su canción Antes de amarte, amor, donde hizo una magistral musicalización del poema de Neruda del mismo nombre.
Pero también, en un mundo en el que hay tantas cosas contra las qué cantar, por las cuales indignarse; Pedro Guerra ha querido ser a través de su música un ciudadano ejemplar. Tomarse en serio en sus canciones la palabra compromiso. Que su repertorio reclame un mundo mejor sin hacerlo evidente, sin que el mensaje se pierda en la vulgar arenga política. Ha dicho Guerra que ha querido abordar cualquier temática en sus canciones desde el igualitarismo. Todo su álbum Hijas de Eva (2002), por ejemplo, está atravesado por la indignación que produce el maltrato contra la mujer. Logra también abordar lo social en Contamíname invitando a una forma de contaminación positiva entre los pueblos del mundo a partir de la cultura; se pronuncia en contra de la xenofobia en Extranjeros, y en Debajo del puente, dentro de los confines de la belleza, busca darle voz a los excluidos de este mundo.
Con pocos artistas he tenido la certidumbre de que sus canciones han venido a mi vida para acompañarme siempre. Pedro Guerra es uno de ellos. Eso ha sido él para mí: me ha demostrado en cada canción que no hay lugar más hermoso que la música para descubrir el significado de la palabra nostalgia. Y esta es mi manera de darle las gracias.

HISTORIA DE LA CANCIÓN VASIJA DE BARRO

Bueno como no sabía donde poner esto, me imaginé que acá pegaría. Vasija de Barro es uno de los himnos de este país y por ende un símbolo nacional. Esta es su historia y la canción original: texto extraído del libro "Gonzalo Benítez: tras una cortina de años."


Me encontré en la calle Guayaquil con el Oswaldo Guayasamín y nos invitó, pues, a una reunión en su casa para el viernes siete de noviembre de 1950 a las siete de la noche; pero recién podíamos ir después de la Radio a las nueve y media. “A la hora que quieras”, me dice, “y por favor invítale al Valencia”.

Así que fuimos a donde el Oswaldo, pero no tenía la casa de ahora sino que vivía donde el papá, al frente de la Basílica. Llegamos como a las diez y media y les encontramos ya medios avanzados. Fuimos con una guitarrita mía que después rompió el Valencia en una reyerta. No ve que le prestaba mi guitarra para sus serenatas; así, que él se había defendido con la guitarra y me entregó el mango no más...


En la fiesta había unos 80 invitados entre poetas, pintores y alumnos de la Escuela de Bellas Artes de La Alameda. Ahí nos pidieron que cantemos y después del canto ya se hicieron grupos, así es que me fui a donde tomaban menos y el Valencia se fue a donde estaban dándole duro.


Ahí le veo al Jorge Carrera Andrade que estaba ilusionado con un cuadro del Oswaldo llamado El Origen. El cuadro estaba todavía fresco y hasta me manché los dedos. En la pintura había una vasija de barro y, dentro de esta, unos esqueletos pequeños, de niños. El Oswaldo explicó que los Incas enterraban a sus familiares dentro de la vasija junto con alimentos. Se impresiona el Jorge Carrera y le vemos que se va a la biblioteca, coge un libro y en la contratapa escribe una estrofa:


Yo quiero que a mí me entierren

como a mis antepasados
en el vientre oscuro y fresco
de una vasija de barro.

Nos impresionó a nosotros también... Cuando en eso coge el libro el poeta Hugo Alemán y debajo escribe otra estrofa:


Cuando la vida se pierda

tras una cortina de años
vivirán a flor de tiempo
amores y desengaños.

Y para susto de todos coge el libro el pintor Jaime Valencia que escribe un cuarteto muy lindo:


Arcilla cocida y dura

alma de verdes collados
barro y sangre de mis hombres
Sol de mis antepasados.

Entonces cogí el libro porque dije a mí me toca poner alguna cosita, cuando en eso me arrancha el Jorge Enrique Adoum y me dice: “Ve vos después cantarás”. Cogió el libro, corrigió cosas y puso la cuarta estrofa:


De ti nací y a ti vuelvo

arcilla, vaso de barro
con mi muerte yazgo en ti
de tu polvo apasionado.

Terminado eso, se dieron las vueltas, nadie sabía quién iba a poner música, qué se iba a hacer con la letra. Serían las doce y media. Cuando le veo al Jorge Carrera Andrade que se acerca donde mí con el libro. Entonces me dice: “Vea Gonzalo, esto con música tiene que ser una belleza”. Pensé y le dije: “Bueno”, así es que cogí la guitarra.


¿Y ahora qué hacía? El Potolo estaba dándole al chupe* y era muy difícil concentrarse con la bulla de la gente, pero como ya le acepté, bajé unas gradas con luz que había al fondo, agarrado la guitarra y el libro. Me demoré cerca de una hora y, cuando ya estuvo, regresé y encontré a mi compañero Valencia medio dormido en un sillón.

Total que le levanto y le digo: “Primero oíme cantar”. No le gustó y me dice: “Pero vos le has puesto un ritmo cadencioso“. Le digo: “No, porque la música tiene que estar de acuerdo al sentido de la letra”. “No, me dice, ponéle ritmo de albazo”. Le dije que no, porque el ritmo de danzante es telúrico. No acepto que le cambies.

Y como él siempre decía que es hincha del Aucas y que nunca pierden, cuando mucho empatan, le dije que yo era de la Liga y que ahora sí él iba a perder, ni siquiera a empatar. Así que le fui obligando y, como tenía buen oído, aprendió rápido.


Ensayamos para hacer el dúo y cuando cantamos la gente se emocionó tanto que se han pasado cantando hasta las seis de la mañana. Yo me salí como a las dos, porque como no chupaba... Ahí nació la Vasija de barro, que ahora es cantada en todo el mundo. Yo mismo no creía.

Parte II


Para que quede como documento, les pedí a los que escribieron que firmen y yo también dibujé un pentagrama y escribí los primeros compases. Entonces le dije a Valencia que firme también, como él estaba cantando...Y así quedó.

Incorporamos la canción al repertorio de las audiciones y seis años después, todavía nadie quería grabar esa pieza, ¿qué tal?

Así que fui donde Gustavo Müller de Discos Nacional a decirle: “Tengo una canción muy bonita”, y le canté la Vasija de barro. No me dio ni la hora. No llegué ni a la segunda parte porque me dio coraje. “No, no”, me dice, “eso no es comercial, eso no se va a vender”. ¡Qué cosa más equivocada en que estaba! Hasta que ya no le quise ni oír y me salí. Pero me dije: “A este tengo que ganarle”.


Incluso el Potolo se resistía a cantar y me decía: “Más bien cantemos estotra canción porque esa ya está en desuso”. Ahí me daba iras. Me fui a mi casa -en la calle Imbabura, más arriba de la 24 de Mayo-, recorté un cartoncito y me puse a pintar una vasija de barro, le puse los pedacitos de hueso y le hice una portada de disco poniéndole Vasija de barro en letras grandes, porque hasta ese momento no tenía título la canción.

Volví para convencerle a Gustavo Müller. Fui con mi dibujito y cuando me recibe le digo: “Verá, le he traído este dibujo”, y me dice: “Bonito está. A ver, ¿cómo es la canción? Cántele porque no le oí bien”.



Le canté otra vez y pregunta: “¿Con qué instrumentos podemos grabar esto?". Le digo: “Con los mismos que tenemos”. “Entonces cite a ensayo a los músicos”. Así que reuní una orquesta de diez músicos. Al piano estaba Lucila Molestina de Pólit; en la flauta, Eduardo Di Donato; y dirigió la orquesta Manuel Espín (padre de Enrique Espín Yepez) y él mismo hizo los arreglos. Entonces hizo la grabación Gustavo Müller que sabía grabar muy bien y era profesor de sonido. Salió un disco con ocho temas y luego en un “estandar play”. Esto sucedió en 1956.

Cuando salió a la venta el disco, fui al almacén y oigo una bulla grande y cuando pregunto, me dicen que abrieron a las ocho de la mañana y a las once ya no había ni un disco. Se agotó el tiraje y estaban apuraditos en hacer una edición mayor. Así fue.
Esta canción se volvió representativa de la música ecuatoriana. Pero antes había otra canción: Guayaquil de mis amores; era lo que se conocía en el exterior, porque fue grabada el año 30 en Nueva York por el dúo Ecuador (Ibáñez-Safadi). Algunos piensan que esa fue la primera grabación ecuatoriana, pero el año 25 las hermanas Fierro ya habían grabado en Radio El Prado de Riobamba. El año 32 comenzó a grabar Carlota Jaramillo en Radio El Prado. En ese tiempo había también el dúo quiteño Páez-Villavicencio, hasta que apreció el dúo Benítez-Ortiz. Después vino el resto.

Comenzaron a aparecer “compositores” de la música de la Vasija de barro. Hasta hubo un señor de Riobamba, que había mandado una partitura diciendo que era su música. Lamentablemente para ellos, mandaron después de que apareció el disco. Cuando grabamos, el Gustavo Müller nos exigía poner autor de la música y pusimos Benítez-Valencia, pero esa música es hecha por mí solito y en la forma como les conté. Incluso los derechos de autor también le reconocieron al Potolo Valencia.


Ahora no tengo idea cuántas versiones habrá de la canción, pero, sin presunción de nada, le digo que esa música me salió bien y como dicen los chilenos, al tiro. Me parece una música muy adaptable para interpretación de solista, dúo, trío o coro.

Espero les haya gustado.

(Tomado de la página ECUADOR NOTICIAS 08 de mayo 2012 a las 22:50) 



“no estoy de acuerdo con lo que dices, pero lucharé hasta la muerte para que nadie te impida decirlo” Voltaire 

Bebe - En Tu Silencio

[OFFICIAL VIDEO] Una Palabra- Carlos Varela [VIDEO OFICIAL]

lunes, 7 de mayo de 2012

ALGÚN DÍA EN EL SINSONTE.....








"Cancion Para Un Niño En la Calle" -- Calle 13 feat Mercedes Sosa

Gustavo Cerati & Mercedes Sosa - Zona de Promesas (making off)

Calle 13 Sin Mapa - Documental Completo

Marcha de la bronca

CANTO ARENA (SILVIO RODRIGUEZ)

MARIO E. RINCÓN - NI MATO NI MUERO.wmv

Luis Pescetti y Juan Quintero: Cartas al Rey de la Cabina (completo)

Sean Lennon - Julia (Beatles cover)

LENNON Y VICTOR JARA imagine- el derecho de vivir.

Silvio Rodriguez - Sinuhé

Calle 13 - Latinoamérica

Caetano Veloso - Billie Jean

DECLARACIÓN DEL MOVIMIENTO DE LA NUEVA TROVA POR LA MUERTE DE VÍCTOR JARA [SEPTIEMBRE DE 1973]

de NUESTRO CANTO, el Viernes, 11 de septiembre de 2009 a la(s) 19:51 ·
DECLARACIÓN DEL MOVIMIENTO DE LA NUEVA TROVA POR LA MUERTE DE VÍCTOR JARA [SEPTIEMBRE DE 1973] Del libro "Sobre la guitarra ,la voz" de Clara Díaz Pérez

DECLARACIÓN DEL MOVIMIENTO DE LA NUEVA TROVA POR LA MUERTE DE VÍCTOR JARA [SEPTIEMBRE DE 1973] Del libro "Sobre la guitarra ,la voz" de Clara Díaz Pérez pág. 272

DECLARACIÓN DEL MOVIMIENTO DE LA NUEVA TROVA POR LA MUERTE DE VÍCTOR JARA [SEPTIEMBRE DE 1973] Del libro "Sobre la guitarra ,la voz" de Clara Díaz Pérez pág. 273

Los pensamientos de Víctor Jara horas antes de ser asesinado

de NUESTRO CANTO, el Lunes, 19 de octubre de 2009 a la(s) 14:48 ·
Víctor JaraPor Hugo González


Caí preso el día 12 de Septiembre de 1973, fue una patrulla militar que, por estar todo el país en toque de queda, detenía a todos los que nos encontraban en la calle y nos llevaron al regimiento Tacna, donde un lugar cerca del estacionamiento de los camiones tenían a un grupo de detenidos boca bajo en el piso y con las manos en la nuca.


El oficial a cargo del camión en el cuál nosotros estábamos también boca abajo y también con las manos en la nuca, incluso las mujeres y niños, pregunto sobre esos detenidos, alguien le respondió que eran los detenidos de La Moneda, logré mirar hacia ese lugar y habían dos soldados al lado de cada uno de los detenidos.


En este lugar no nos recibieron y nos llevaron al Estadio Chile donde habían muchos detenidos, los cuales eran calificados de peligrosos debido al lugar de detención, que eran los locales de partidos políticos, universidades, sindicatos, fábricas, etc. Nosotros por ser solo toque de queda, no éramos de peligro y nos entraron sin quitarnos el carnet de identidad.


Ya instalados en la cancha del estadio, empecé a reconocer gente y a murmurar con ellos lo que nos pasaría, sobre quienes estaban en otros lugares del estadio, uno de ellos era Víctor Jara que había sido aislado en un pasillo.


El día 14 ya tarde y recorriendo algunas partes del estadio, confiado en nuestra carta de detención por toque de queda y no por razones políticas me asomé al pasillo donde estaba Víctor al quien yo conocía de antes y me acerqué.


En este lugar habló sobre el oficial a cargo del campo de concentración, que lo reconoció de entre los detenidos de la UTE, fue este quien lo aisló, llevándolo a este pasillo en medio de golpes, insultos y amenazas macabras que se convertirían en realidad en pocas horas.


Víctor se daba cuenta de su situación, no solo por las amenazas brutales del oficial a cargo, sino también por el carácter del golpe, entendió en este lugar que se venía una larga dictadura, no creyó en el rumor sobre el general Prat y dijo algo que me pareció de una gran claridad política, “para detener lo que Chile ha vivido con Allende, se necesita una dictadura fascista, no es suficiente un gorila tradicional”. Habló sobre el discurso de Allende, “es increíble que en medio de una situación de guerra, Allende entregue un mensaje con tanto contenido moral y ético a nuestro país”, le conmovió la muerte de Allende, en estos instantes casi lloró.


En medio de un cambio acelerado de ideas, hay que entender que conversábamos bajo una alta presión, estaba en Víctor una preocupación central, su familia, eso sí que le hizo llorar por algunos instantes, es que también por ellos tenía miedo y casi me acuerdo de una frase “no quiero dejar de verlas”, “si sales luego, llama a Joan al número tanto y avísale donde está la Renoleta, dile que estoy bien, no le digas nada de los golpes, no quiero que sepan esto”. La llamada se hizo en los términos solicitados sin decir nada más que lo que me pidió Víctor. Creía que Joan podría ser detenida, pensaba que la embajada inglesa no la defendería, tenía el convencimiento que ellos apoyarían políticamente el golpe.


Tema de conversación fue las preguntas que me hizo sobre la gente que estaba detenida, que como estaban, que si los golpeaban, que si en los disparos que sentía al interior habían provocado alguna muerte, que si habían comido algo, estaba con la necesidad de saber todo, aunque su propia situación era más grave que la nuestra y éramos nosotros los que teníamos miedo por él, se le salía por todos los poros su condición humanista a pesar de estar cerca de su propia muerte.


Cuando se refería a los demás tenía una actitud de preocupación paternal y de protección, incluso en estas condiciones en que el mismo se encontraba, seguía siendo la persona buena, solidaria y comprometida con sus sueños y pensando en los demás como extensión de esos sueños.


Era de tal profundidad su grandeza, expresada en sus obras y en su estructura intelectual, que se mantenía intacta pese a estar, en esos momentos, su propia vida brutalmente amenazada por la bota militar.

domingo, 6 de mayo de 2012

CARTA AL SEÑOR FUTURO


CARTA AL SEÑOR FUTURO



Estimado señor Futuro





De mi mayor consideración:



Le estoy escribiendo esta carta para pedirle un favor. Usted sabrá disculpar la molestia. No, no tema, no es que quiera conocerlo. Ha de ser usted un señor muy solicitado, habrá tanta gente que querrá tener el gusto; pero yo no. Cuando alguna gitana me atrapa la mano, para leerme el porvenir, salgo corriendo a la disparada antes de que ella pueda cometer semejante crueldad.



Y sin embargo usted, misterioso señor, es la promesa que nuestros pasos persiguen queriendo sentido y destino. Y es este mundo, este mundo y no otro mundo, el lugar donde usted nos espera. A mí, y a los muchos que no creemos en los dioses que nos prometen otras vidas en los lejanísimos hoteles del Más Allá.



Y ahí está el problema, señor Futuro. Nos estamos quedando sin mundo. Los violentos lo patean, como si fuera una pelota. Juegan con él los señores de la guerra, como si fuera una granada de mano; y los voraces lo exprimen, como si fuera un limón. A este paso, me temo, más temprano que tarde el mundo podría no ser más que una piedra muerta girando en el espacio, sin tierra, sin agua, sin aire y sin alma.



De eso se trata, señor Futuro. Yo le pido, nosotros le pedimos, que no se deje desalojar. Para estar, para ser, necesitamos que usted siga estando, que usted siga siendo. Que usted nos ayude a defender su casa, que es la casa del tiempo.



Háganos esa gauchada, por favor. A nosotros y a los otros: a los otros que vendrán después, si tenemos después.



Le saluda atentamente,

Un terrestre



(Eduardo Galeano)

EL AMIGO DEL SACO ROJO


Me dirigía hacia una muerte segura. Esa idea me acompaño durante todo el viaje; aún no lo podía creer; cada vez que pensaba en lo que iba a suceder se me hacia un nudo en la garganta, en el acto perdía la respiración y como con un grito desesperado, empezaba a balbucear alguna de todas las canciones con las que Silvio Rodríguez le había dado forma a mi vida, a mis pensamientos, a mi único sueño real.
Pero tenemos que retroceder trece o catorce años. Mi vida era la de un joven común y corriente, o por lo menos eso era lo que yo pensaba; me sonrojo al recordar a aquel muchacho vestido de jeans, botas texanas y sombrero vaquero, montando un willys 54 de color verde (nunca supe qué clase de verde era en realidad), y escuchando mi cassette favorito de las águilas del norte. Aunque sea difícil de creer, (lo digo por mí) eso era ser un joven común y corriente en Villavicencio, la ciudad que me vio crecer. Un buen día, después de una curiosísima discusión con un amigo, recién conocido por cierto, me ofrecí a llevarlo hasta su casa. Al llegar, Carlos - mi amigo - me invitó a seguir bajo la promesa de mostrarme algo que iba a cambiar mi vida. Para ese momento yo ya tenía fuertes sospechas acerca del tipo éste que tan amablemente se ofrecía a cambiar esa vida que yo no quería cambiar.


Con un poco de recelo, debo confesarlo, bajé del carro y me adentré en lo que parecía una sala con un viejo equipo de tocadiscos que reinaba en el lugar. La cosa se puso más fea cuando Carlos me dijo que quería que yo escuchara algo, pero que solo se podía oír con los ojos bien cerrados y la luz apagada. A estas alturas, ya me provocaba salir corriendo de aquel sitio, pero por alguna extraña razón y después de haber apagado la luz, cerré y apreté bien mis ojos, ¡y mis puños! Escuché sus pasos que se alejaban como en puntillas, pero que al volver eran veloces; escuché también la tapa del tocadiscos que se abría, el sonido característico de la aguja sobre el acetato, y por fin el sonido de una guitarra nocturna y melancólica, y esa voz. Sobre esa voz hay que hacer una pausa. Alguna vez escribí que ese color de voz solo se le perdonaría a Silvio... (Y no me puedo imaginar a Diomedes Díaz o a Don Omar cantando con ese tono de voz),  me da un ataque de risa cada vez que pienso en lo gracioso que sería eso.


“ me decido a tararearte todo lo que se te extraña, desde el siglo en que partiste, hasta el largo día de hoy, me acompaño de guitarra porque yo no sé de cartas, y además ya tú conoces que ella va donde yo voy...”


Abrí los ojos, era temprano en la mañana y aun sonaba esa guitarra en mi cabeza; fantasma, el fantasma, ¡ya sé!, “tu fantasma”, una canción de un tal Silvio Rodríguez. Era tan extraño; no podía entender porque me sentía tan raro esa mañana. Era como si las botas no me calzaran, y de aquel sombrero... no sé qué se hizo aquel sombrero, lo cierto es que esa mañana, esa mañana yo no era el mismo. Los jeans fueron los únicos que sobrevivieron a aquel bombardeo. Me fui a buscar el álbum de Silvio Rodríguez donde estaba “Tu fantasma”, resultó ser el “TRÍPTICO III “, el último de tres álbumes llenos de historias, historias que yo quería conocer aunque solo me alcanzaba para comprar un disco, porque había llegado el CD, que era el formato de moda, y por lo menos en Villavicencio no se encontraba el cassette.


De Duitama a Medellín, un bus se demora catorce horas; esto si no pasa nada extraño: retén del ejército, retén de la policía, retén de la guerrilla (esto sucede sólo a veces), parada técnica para comer, y parada técnica una hora después para ir al baño. Ustedes dirán que los buses tienen baño, pero ¿Quién ha entrado en uno de esos y ha salido vivo?
Finalmente parecía que estábamos llegando; todo el tiempo estuve pensando, cantando y/o soñando con Silvio Rodríguez.


Ese mismo día llegó el PIN-Number que me acreditaba como invitado a la inauguración del Tercer Congreso Iberoamericano de Cultura, cuya sede esta vez era la ciudad de Medellín. Toda la programación era fantástica, pero yo solo iba con una meta: cumplir el sueño más importante de mi vida.


Mucho se decía de Silvio Rodríguez antes de ese momento. Una de las cosas que más me había dolido escuchar era que ya no haría más presentaciones en vivo. Ese temor se había confirmado un año atrás cuando se rumoró que Silvio se presentaría en Tunja para el Festival Internacional de la Cultura; recuerdo que yo estaba dispuesto a hacer lo que fuera por telonear dicho concierto, pero este jamás se llevó a cabo.


Lo importante era que ya estaba haciendo la cola en Medellín  para entrar a la inauguración del congreso, e inmediatamente después, en el mismo salón, con más de tres mil almas con sus cuerpos como público, Silvio haría parte de la primera conferencia del evento: “LAS MÚSICAS DE IBEROAMERICA”. Vaya si fue edificante aquella charla, los invitados eran Silvio Rodríguez cantautor cubano, y Rodolfo Mederos  bandoneonista argentino, de la generación del gran Piazzolla.


“...y para mi, tañe el laúd, precipitándolo como un alud, sospecho que su melodía, llega de amar la poesía...”


“La música no se hizo para entretener, si la música no nos atraviesa con su verdad esa música es del imperio” (Rodolfo Mederos), “América ya estaba descubierta, ¡por los americanos!” (Silvio Rodríguez), “El futuro de la música es el futuro de los pueblos, seremos libres o dependientes” (Rodolfo mederos), “La música lo que tiene que hacer es contar la vida, y contarla como es” (Silvio Rodríguez). Y así fue toda la conferencia; eso era incendiario, una emboscada para nuestras mentes dormidas o hipnotizadas.


Al finalizar la conferencia, en aquel auditorio con más de tres mil asistentes, como de sorpresa anunciaron que el público podría hacer tres preguntas; ¿tres preguntas entre tres mil personas?, eso tenía que ser una broma, ¿Qué posibilidad tendría yo de hacer una de ellas?, tal vez escogerían a cualquier otra persona; una más inteligente,  mejor vestida, o con escarapela de reportero; o mejor aún, a alguno de los integrantes de la tropa cósmica con sus camisetas, pendones y banderas que los identificaban como fans oficiales de Silvio Rodríguez.


Mientras pensaba en esto, se escuchó esa voz, esa voz que señalándome decía: aquí, el amigo del saco rojo.


¡Mierda! fue lo primero que pensé, me está diciendo a mí, y ¿ahora qué voy a preguntar?, había esperado toda mi vida por esto, y ahora gracias a mi saco rojo tenía la oportunidad de hacer la primera de tres preguntas, pero y... ¿si pregunto alguna tontería?, ¿si me quedo mudo por completo?.


El hombre con el micrófono se acercaba cada vez más, y yo todavía estaba pensando en qué carajos iba a preguntar. Tenía mucha presión, además, aun no lo podía creer, pero cuando llegó el momento lo primero que se me vino a la cabeza fueron mis hijos.


Silvio, ¿Qué podemos hacer como músicos, para salvar el futuro de nuestros hijos; para salvarlos de lo que les están vendiendo, de lo que están escuchando ahora, de lo que los obligan a escuchar?


Silencio... el hombre me pidió el micrófono y se alejo de mí. Pasaron eras, tal vez fracciones de segundo, pero esas fracciones eran eternas. Hasta ese momento, Silvio me había parecido un hombre como cualquiera de nosotros, era la primera vez que lo miraba a los ojos, ¡y parecía tan normal!; pero de pronto, con ese acento inconfundible y esa voz nasal y cubana me contesto: Realmente, si yo tuviera esa respuesta, ahora yo fuera el muchacho de oro...se escucharon risas en todo el auditorio; Silvio me miraba a los ojos, y cuando yo pensé que la oportunidad de mi vida se había reducido a esa respuesta, Silvio prosiguió: yo lo que creo es que todos podemos hacer un poco en esa dirección; tratando de tener conciencia y de crearla también. Yo creo que el destino de la música y el destino de lo que se va a escuchar, para nada depende de los músicos, en cierta parte, porque la música está visto que no cambia el mundo, la música es incapaz de cambiar el mundo, la poesía no puede cambiar el mundo, cuando yo tenía veinte años pensaba así; ahora, con los años que tengo, transcurridos, me he dado cuenta de que la música, la poesía, las artes, pueden contribuir a conmover a los hombres que son los que hacen los cambios. Son los hombres, somos nosotros como hombres, somos nosotros como pueblos, quienes hacemos los cambios, y en la medida en que los músicos, que los albañiles, que los ingenieros, que los camarógrafos y los que hacen las alfombras, estemos como pueblo en función de los cambios, lo vamos a conseguir, juntitos.


No puedo describir la sensación que me embargaba. Recuerdo que al salir del auditorio, parecía un zombi, un maniquí, como absorto recibí la primera llamada en la que me preguntaban que qué era lo que yo había preguntado, pero yo no podía hablar de eso, no me salían las palabras, cuando intentaba contestar, se me aguaban los ojos y hasta ahí llegaba la respuesta.


Apenas pude me fui a enfrentar la segunda batalla; el concierto que tanto había esperado, la estocada final. Cuando llegué al lugar del escenario, todos los buenos lugares ya habían sido ocupados. Me recuerdo maldiciendo la llamada zona “V.I.P.” que habían reservado para los hijos del gobernador, los hijos del alcalde, y la crema y nata de la ciudad. Les puedo jurar que si el ingreso hubiera sido con boleta, yo hubiera comprado la mejor, y además la primera; pero no era ese el caso, yo no podía creer  que en un concierto de entrada libre se hubiera reservado una zona “V.I.P.”, pero allí estaba, parado, sin nada en el estomago más que miles y miles de hormigas y/o mariposas que me hacían cosquillas.


Como pude y a tumbos rodé hasta un puesto aceptable y me dispuse a esperar. Eran las 3:00 pm y a mí alrededor se congregaban cerca de siete mil personas, todas de pie, todas ansiosas de escuchar a los artistas invitados: Jorge Drexler de Uruguay, León Gieco de Argentina y Silvio Rodríguez. Justamente este era el orden de aparición que todos esperábamos, amotinados, separados por vallas de la maldita zona “V.I.P.”.


El escenario se encontraba a por lo menos cuadra y media de donde yo estaba, el sonido se veía muy modesto y en la parte de atrás, una pantalla gigante que me mostraba formas alucinantes, de neón.


Efectivamente el primero en salir fue Jorge Drexler sobre las 7:00pm. Música experimental, con una sonoridad extraña pero digerible, llena de imágenes y palabras. Cuando hubo terminado, el afán se hacía cada vez mayor; pero Murphy se mofaba de nosotros una vez más.


Llevábamos no menos de una hora de espera, la pantalla seguía dándonos luces de neón, pero aun  no salía el siguiente artista. Como era de esperar, la presentadora del evento leyó un comunicado donde se mandaba a apagar todas las cámaras de los medios que estaban transmitiendo el concierto, argumentando que los próximos artistas no podían ser televisados. Después de todo lo que había pasado en esos ocho años de gobierno, una perlita mas no se nos hacía nada raro; pasaron treinta minutos más, y desesperados pedíamos a gritos ¡música!. De repente, un grupo subió al escenario, y desde donde yo estaba solo se veían algunas guitarras, se oyeron unas pruebas de sonido y comenzaron a tocar.


Lo que sonaba, aunque nunca lo había escuchado, se me hacia familiar, era como una suite para guitarra, y en mi pecho el corazón latía muy fuerte, cada vez mas y mas fuerte, hasta que dejó de hacerlo. Si, es cierto. Cuando acabaron de tocar la suite para guitarra hubo un silencio; un aplauso lleno de incógnitas, y por fin: “...en el claro de la luna, donde quiero ir a jugar, duerme la reina fortuna, que tendrá que madrugar...”, era Silvio Rodríguez, era irreal, era fantasioso, mi brazo izquierdo se entumeció por completo, en mí pecho sentía punzadas muy fuertes, había llegado mi hora, iba a cumplir mi cita con el destino, iba a morir con una sonrisa en los labios; ya todo se había cumplido, pero Silvio no iba a permitirlo, y cuando sonó su voz, fue como si una granada hubiera estallado entre la multitud, y siete mil personas conmigo en algún lugar, derribaron las vallas que nos separaban del cielo, de la gloria, de Silvio, y en medio de aquella algarabía, ya no hubo más policía, ni dolor, ni muerte; solo canto, lágrimas y canto durante una hora y cincuenta y siete minutos.


La adrenalina que corrió por mi cuerpo durante aquella avalancha humana, aceleró mi corazón, y me puse a gritar, a llorar, y a vivir.


“allí nuestra canción se hizo pequeña, entre la multitud desesperada, un poderoso canto de la tierra era quien más cantaba”


Ahora, cuando pienso en todo lo que pasó aquel día, puedo decir: conocí a Silvio Rodríguez y viví para contarlo.


                                                        
                                                                                               
                                   JAZ  -  Duitama (Boyacá) 16 de septiembre de 2010